viernes, 31 de marzo de 2017

La muerte invertida no siempre es estancamiento.



Resistencia al cambio, fácil ¿no? Pues no.

La consultante estaba en una situación muy particular, en la que había dejado atrás las creencias de su niñez y juventud, para abrirse a un mundo completamente nuevo. Es claro que si lo interpretamos desde la sospecha podríamos decir que quizá la consultante no estaba tan abierta a las cosas nuevas como pretendía y que era eso lo que la carta indicaba, pero yo intuía que no era eso. Ella sinceramente había tomado el camino nuevo y estaba muy satisfecha con ello.

Entonces ¿qué nos indicaba la muerte invertida? Ninguna de las ideas tradicionales calzaba. Comenzamos entonces a mirarla desde otra perspectiva, dejando que las imágenes nos invadieran de una manera más sencilla. Si la giramos, la muerte camina hacia atrás, hacia el pasado. El sacerdote vestido de amarillo está también en el pasado.

Cuando pensamos en cambios siempre pensamos en el futuro, en lo nuevo. Pero ¿y si nos viéramos enfrentados a tener que cambiar el pasado?

Es imposible cambiar lo que ya ha sucedido.

Pero ¿qué es lo que ha sucedido? lo que nos queda de los hechos no es más que nuestro recuerdo, la forma en la que juzgamos y almacenamos ese hecho en nuestro cerebro. No necesariamente es ajustado a lo que fue la realidad. ¿Y si esta muerte se dirigiera hacia el centro mismo de esas estructuras mentales que dejamos atrás, para permitirnos reconfigurar todo nuestro presente? Esa era la problemática de la consultante. Había cortado con el pasado, pero entonces había dividido su vida en dos, quitándole toda consistencia a su propio ser. La muerte venía a indicarle volver atrás y realizar el cambio desde su historia, sin desmembrarla. Buscarle un sentido a nuestro pasado en lo que somos es parte importante de nuestro crecimiento. Es una forma de definirnos, de conocernos. El cambio no es el mero acto de dejar una cosa para tomar otra, sino un proceso interno en el que lo que antes era nuestra realidad se transforma en algo ajeno. Pero hay cosas que simplemente no puedes borrar: tus padres, por ejemplo. En ese punto fue donde todo este análisis se volvió claro y consistente: la consultante había dejado atrás la religión de sus padres, entendiéndola como un lastre, un engaño de su parte. El papa amarillo. La consultante debía volver a conocer la religión de sus padres desde la perspectiva que había adquirido para poder entenderla en su dimensión racional, cultural y simbólica y así reconciliarse con sus padres por educarla en ese sistema. Debía renacer, pero era la niña la que debía renacer para poder madurar en la adulta que esperaba.

La muerte invertida no siempre es estancamiento, pienso entonces, a veces sólo mira hacia el pasado.

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